¿Qué es ver?: Ontología del Observador

Uno no suele ir por el mundo haciéndose esa pregunta. ¿Qué es ver?, ¿Cómo hacemos los seres humanos para conocer el mundo, la realidad que nos rodea?

Vivimos, ya desde la escuela, en un discurso en el que se nos explica como unas partes de nuestros cuerpos, los sentidos, nos permiten captar el entorno que nos rodea. Eso nos permite a los seres vivos movernos con eficiencia en el medio en el que existimos. Es decir, por ejemplo la vista, nos cuentan cómo un haz de luz que rebota en un objeto, pongamos un árbol, luego incide en nuestra retina y, de alguna manera el árbol nos dice qué es. Así hablamos de que la luz nos “trae” la información de los objetos desde los que rebota.

Bien, si uno intenta estudiar cuál es ese proceso operacional y concreto mediante el cual el árbol le dice a nuestro ojo o a nuestro cerebro qué es, uno se encuentra con que eso que se evoca en el discurso tradicional, no pasa. Ya que si eso así sucediera, deberíamos hallar una relación unívoca entre el objeto percibido y el sistema nervioso del perceptor. Es decir, algún proceso en la retina o en el cerebro que tuviese que ver específicamente con el objeto percibido, en nuestro ejemplo, el árbol.  Es decir, que pudiéramos observar en la retina o en el sistema nervioso diferentes procesos según el objeto percibido.

 Figura1

Fig. 1

Cuando Maturana analizó específicamente ese proceso buscando una relación unívoca entre objeto percibido y perceptor, se dio cuenta que lo que pasa en nuestra retina, cuando vemos un árbol, nada tiene que ver con el árbol, sino que lo que pasa en la retina tiene que ver con cómo está hecha la retina.  Maturana nos muestra, a través de sus trabajos científicos, como el sistema nervioso de cualquier animal es operacionalmente cerrado, es decir, las neuronas que lo constituyen forman una verdadera red de tal modo que uno puede ir siguiendo los diferentes caminos de neurona en neurona sin nunca salir del sistema nervioso. El sistema nervioso de un ser vivo nunca se encuentra con el medio.

Si entendemos esto, nos damos cuenta que el mundo externo no puede decirnos nada sobre “cómo es”. Es decir, el fotón que viene del árbol e incide sobre la retina no trae ninguna información sobre su origen. Y sin embargo yo miro y digo “veo un árbol”. Ese poder  decir que veo un árbol no tiene que ver con la captación de información, sino con una historia evolutiva de transformación congruente organismo-medio.

Para comprender eso debemos introducir aquí una nueva distinción. Los seres humanos, como cualquier ser molecular, somos seres determinados estructuralmente. Eso quieres decir, que todo lo que ocurre con nosotros depende de cómo estamos hechos en el momento en que nos ocurre.

Esto no es tan extraño ya que en nuestra vida cotidiana sabemos que los objetos sobre los que incidimos se comportan de una manera que tiene que ver con cómo están hechos, y no con nuestra acción incidente. En un ejemplo cotidiano, dice Maturana, en la grabadora de voz, cuando apretamos la tecla grabar, se desencadena un proceso que tiene que ver con la estructura de la grabadora y no porque nuestro dedo determine en modo alguno lo que ocurre dentro de la grabadora. Nuestro dedo hace algo, ciertamente, desencadena, gatilla, el inicio de un proceso, pero ese proceso tiene que ver con la grabadora y no con nosotros. Prueba de ello es que si apretamos la misma tecla con la punta de un lápiz, el proceso desencadenado sería el mismo.

Nosotros, como seres moleculares, también, en ese sentido, somos estructuralmente determinados y en esencia nos pasa lo mismo que a la grabadora. Cuando algo perturba nuestros sentidos (Vista, tacto, gusto, olfato,…) esta acción incidente desencadena en nosotros un proceso que tiene que ver con nosotros y no con el agente que nos perturba.

Si uno toma en serio esa reflexión se da cuenta de algo sorprendente. Los seres vivos no captamos ni podemos captar información del entorno, y sin embargo miramos y decimos que vemos un árbol. La salamandra dispara su lengua y atrapa al insecto con una precisión sorprendente, el guepardo observa a la gacela y sale corriendo tras ella hasta que la atrapa, etc. En definitiva vemos como los animales se conducen de modo efectivo en su vivir.

¿Cómo ocurre eso?, ¿Qué es ver? Y, en definitiva, ¿Qué es conocer?

En el fondo aquí la pregunta, que también fue la pregunta de Darwin, era, ¿cómo surge esa congruencia estructural entre organismos y medio que hace que los organismos se conducen de forma efectiva, si, en realidad, el sistema nervioso de esos organismos nunca se encuentra directamente con el medio?  Cómo, por ejemplo, vemos que la forma de alimentarse de las mariposas y su fisiología, tiene que ver, es congruente, con la forma de las flores de las que se alimenta.

¿Cómo surgió esa congruencia?

Bueno, la respuesta fácil aquí es que esa congruencia es el resultado de un acto de diseño de un Creador. Éste diseña a los animales y diseña al medio en el que viven de manera que los dos sean congruentes: la forma del pez y el agua en la que vive, la forma del pájaro y la atmosfera y la gravedad que le permite volar, etc.

Si uno no acepta esa proposición explicativa Divina, Maturana plantea otra. Esa congruencia entre organismo-medio podría ser el resultado de una historia evolutiva donde organismos y medio, en sus repetidos encuentros, se han ido gatillando recíprocamente cambios estructurales de modo que han cambiado juntos tal como muestra la fig. 2.

Figura2

Fig. 2

Después de 3.800 millones años de evolución de los seres vivos, en nuestro presente histórico, los seres humanos nos sorprendemos al observar en el mundo natural y ver lo que se representa la parte inferior del dibujo (tn), es decir, esa congruencia entre seres vivos y el medio en el que viven.

En un ámbito absolutamente trivial de la vida humana podemos ver cómo eso sucede de manera continua. Hagan la prueba. Cómprense 2 pares de zapatos idénticos que les vayan perfectos. Usan un par durante 1 año mientras que el otro par lo guardan en el armario para estrenarlos cuando el primer par se estropee. Después de un año, estrenan el nuevo par de zapatos y no les queda bien. Se ponen los viejos y “perfecto”, son comodísimos, pero los nuevos no. ¿Porque? ¡¡Si eran idénticos al principio!! Bueno, al usarlos cada día los zapatos han ido cambiando su estructura, pero no solo eso, sino que los pies también han ido cambiando. Y ¿porque los viejos son tan cómodos? Por qué pies y zapatos han ido cambiando juntos de manera congruente. ¿Y los nuevos? ¿Porque ahora no van bien? Por qué los pies también se han transformado y ahora su estructura es diferente a hace un año.

Eso ocurre todo el tiempo, con nuestros zapatos, con nuestros hijos, con, en definitiva, el medio en el que vivimos.

¿Qué nos permite tomar en cuenta este fenómeno?

Creo que hay dos ámbitos fundamentales de nuestra vida en el que podemos mejorar nuestra eficiencia si tomamos en cuenta estos fundamentos biológicos:

  • El cierre operacional del sistema nervioso

Si nos desprendemos del discurso cultural en el que se nos decía que nuestros sentidos nos permiten captar el mundo tal y como es, nos damos cuenta de que lo que conocemos tiene que ver con nosotros, ya que nuestro sistema nervioso no tiene acceso directo al mundo exterior, es decir, a saber, efectivamente, como las cosas son en realidad.

Aceptar eso nos sitúa en un plano ético radicalmente diferente respecto a otros seres humanos, ya que somos conscientes que no sabemos cómo las cosas son, sino, simplemente cómo las percibimos (cosa radicalmente diferente). En ese punto desaparece como necesario el concepto VERDAD, OBJETIVO o REAL. Y, a la vez, nos damos cuenta que los humanos usamos esos tres conceptos en nuestras argumentaciones fundamentalmente para obligar a otros a hacer lo que queremos que hagan.

A la vez nos hace entender que yo veo lo que veo y escucho lo que escucho, y todo eso  lo hago desde mí. La comunicación, por ejemplo, entonces no puede tener nada que ver con la transmisión de información, sino que la comunicación, en palabras de Maturana, tiene que ver con “qué le pasa al otro con lo que yo digo”. Ya que como hemos visto antes, mis palabras que llegan a oídos del otro no especifican lo que el otro entiende, del mismo modo que mi dedo no determina lo que le pasa a la grabadora.

Tomar en cuenta esto, entender la comunicación de esta otra manera nos puede habilitar a entender la comunicación entre humanos y evitar muchos problemas que surgen en ella.

  • Transformación congruente

Darnos cuenta del fenómeno descrito en la fig. 2, en la que dos seres se encuentran entre ellos y con su nicho, que se gatillan cambios estructurales mutuos, y que se van transformando de manera congruente entre ellos, pienso que nos permite hacernos responsables de todo lo que ocurre en nuestra vida.

Por ejemplo, a menudo escucho a padres descontentos con la conducta de sus hijos. Aluden a ese hecho diciendo algo así como “!mira como me ha salido éste!”. Como si el niño hubiese surgido así de la nada.

La pregunta que nos abre el espacio de reflexión y nos permite hacernos responsables es: ¿Cuál ha sido nuestra historia de interacciones (físicas y emocionales) tal que nuestra relación se ha transformado de esa manera concreta que ahora no me gusta?

Nuestros hijos se transforman de forma congruente con nosotros, tal y como muestra la fig. 2 y van a ser de un modo u otro dependiendo del carácter de esas interacciones. Si reflexionamos con ellos, van a aprender a reflexionar, si somos honestos, van a aprender honestidad y si no les traicionamos van a aprender a confiar.

Pienso que esta mirada de Humberto Maturana desde la biología más fundamental, nos puede abrir nuevas formas de entendimiento del Ser Humano que nos permita transformar nuestra vida en la dirección que deseemos.

Sergi Cunill i Escribà                                                                                                        Coach Ontológico Senior                                                                                                        sergi@claroconsulting.es

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